PIEDRA EN : U : (Mª Auxiliadora Álvarez)


marzo 13th, 2016 / Mar Benegas/ 0 comments

PORTADA

PIEDRA EN : U :

(UN ITINERARIO O LOS SÍMBOLOS OCULTOS)

Mª Auxiliadora Álvarez

Editorial Candaya

2016


Cuando un signo se convierte en símbolo, ¿se trata de una muralla la que fortifica esa letra o será un nido lo que sostiene algunas palabras? Es una de las primeras cosas que llaman la atención, antes incluso de abrir el libro, en el propio título, ahí está esa : U : atrincherada, sitiada, cuatro puntos que cercan la letra y que causan extrañeza. Después, según se desenvuelve el libro, un lector curioso, verá que estas pequeñas murallas se repiten en algunos versos que acunan algunas palabras. Me he permitido, en una de mis obsesivas búsquedas de símbolos ocultos, extraerlas todas, todas las palabras que están sujetas por estos puntos a lo largo del libro, y, queda, exactamente, el camino que traza la poeta según avanzamos en la lectura: tenemos, pues, un poema vertebral.

Desde ahí me resultó más fácil situarme, un hallazgo encontrar esta guía, como migas de pan mostrando la vía, allá donde resalta el blanco del hueso: el camino a seguir bajo la piel del poema.

Este libro es la voz de María Auxiliadora, la que se lee, se palpa y respira. Sigue siendo, más si cabe, esa voz abisal que ya leímos en “Las nadas y las noches”, una antología (que tanto recomiendo) editada también por la editorial Candaya, donde es fácil ver (y escuchar) el trazo titubeante (como ha de ser toda poesía) del verbo de la poeta.

Hay símbolos, fetiches casi diría yo, en su poética que vuelven en esta Piedra en : U :, símbolos como la ojos o el cuerpo, la tierra, el mar, el lenguaje, el sonido, el pensamiento, la niñez, la familia… hay algunos espacios, que se trazan atravesando estos símbolos, que son fácilmente reconocibles según se avanza en el libro:

1-Tenemos esa piedra en : U :, la u como lengua y sonido, el paladar o parte del cuerpo que significa el lenguaje y por tanto el yo persona. Es decir, se trata de un espacio de resonancia donde es pronunciado y pervive lo dicho.

Y luego tenemos la piedra, esa piedra que es el fonema, la palabra partida y fragmentada, lanzada desde la lengua que nombra o paralizada por pétrea, como todo lo no dicho. Tal vez lo fracturado del sonido, del lenguaje, no es más que un paralelismo a lo roto de la identidad y el cuerpo: tantos matices como sonidos por pronunciar o no pronunciados. Tantos fragmentos como palabras o letras contiene el lenguaje.

El lenguaje se convierte, pues, en la voz de María Auxiliadora, en un vehículo identitario, es el trayecto y el camino a la vez, que transita la hondura de la propia identidad de lo humano.

La lengua es, por tanto, el símbolo más potente de este libro. Vemos en ella al lenguaje representando lo inmaterial, el alma y su noche, la razón y el peso del pensamiento. Pero también es la representación del músculo, la carne, el venado, lo corporal y animal que se enfrentan y entremezclan con el reino de lo creativo y racional, siempre intangibles. Ambos mundos: mente y cuerpo, colisionan y confrontan, luchan, se acarician o se repelen: esa es la tensión que atraviesa y sostiene toda la obra de María Auxiliadora.

2-En el caso de este libro, además, vemos una poética más experimental formalmente, con ruptura de versos, letras, repeticiones, uso de mayúsculas y signos de puntuación como hitos donde detenerse en la extrañeza. Hay una acotación lingüística que obedece al sentido último de los textos. Esas fronteras que se transgreden, tal vez en este caso vemos a la María Auxliadora Alvarez migrada, la diáspora familiar, ese océano que asfixia y la hermana que custodia el aire para respirar. La lejanía.

3-Lo sensorial se despliega al servicio de la indagación: ojos, ojos, ojos. Mirar la realidad para transformarla, en voz de la poeta: que el ojo del pensamiento sea la diana en el horizonte.

Y luego llega la realidad, porque el que abre los ojos ha de conocer la Noche. Y llega la noche que es el eje del dolor. Lo humano, también, como la muerte misma del júbilo: la guerra y desolación. Poemas sobrecogedores que repiten los horrores del mundo, como un ciervo paralítico que solamente puede ser mirado, observado en la distancia. Y ese ojo que era diana unas páginas antes, en este pasaje oscuro se convierte en el ojo frío del pensamiento. El horror y el dolor se nombran desde el frío:

El árbol

de invierno

es un sistema

de venas oscuras brotando

de la enfermedad

de la mañana.

4-Pero, después de este devastador camino por el dolor; para intentar comprender al hombre hay que vislumbrar su miseria y pasear la guerra y la desconfianza; se llega, también, a la luz. Y es en ese calor filial, cuando el venado y los terneros, y los gusanos y toda la descomposición, y el horror de la guerra, se transforman. Ese es el deber deber de toda Poesía: destruir, y, de los pedazos, de las pequeñas cenizas, convocar a la esperanza.

Y así, claro, hace la de María Auxliliadora. En los últimos poemas su hermana le ofrece el aire para respirar, se va nombrando, a cada verso, la resurrección de la ternura. Sería un libro demasiado doloroso si no tuviera esa pincelada de piel cálida, ese cuenco donde dar de beber a la paz, a la dicha, a todo eso que también alberga lo humano. Y así, en los últimos poemas, llegan manos que se tienden, y la luz, y el cielo:

ruego de contra decir

ruego de volver venir estar

tendrás que reconstruir

esta boca de río”

Y termina, este camino fractal de versos, volviendo a la palabra, al lenguaje, al inicio, cerrando un círculo: lo dicho es lo que humaniza nuestra naturaleza, para bien y para mal. Y lo hace, esta vez, con un canto a la alegría que bien merece ser cantado hasta quedar afónicos:

DONDE GERMINARÁN

LAS ALTAS RAMAS

DE LA ALEGRÍA

CANTAN

AHORA

LOS PÁJAROS

PARA LOS CIELOS

Y PARA NOSOTROS

VOLANDO A CIELO ABIERTO

EN POTENTES

P

E

D

A

C

I

T

O

S

Mar Benegas, Valencia, enero de 2016.