Mi pequeño de ocho años, los leía y releía a solas, disfrutando y riendo con sus mágicas pócimas y de vez en cuando se dirigía a mí para decirme”ojalá fuera verdad, ¿te imaginas mamá?”

Porque fue eso, que la poesía llegara a las casas y a las escuelas, lo que me hizo plantearme comenzar a trabajar con personas adultas.

En fin, que ahí seguimos, y la gente sigue subiendo al carro, y yo me alegro tanto. Y los niños siguen disfrutando A lo bestia y se graban leyendo conjuros y yo me alegro muchísimo de escucharlos y de que Tamara ahora lea poesía y la escriba y la haya llevado a su casa.  

Esos son los regalos de mi trabajo y mi lucha. Y más en un día como hoy, manchado de sangre de tantas mujeres y niños asesinados por la violencia machista.

Más poesía, más justicia, menos violencia. Más poesía, ni una de nosotras menos.

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