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a román porras, al que ayer lamí el abrazo
Continuación de su poema (el de aquí abajo), que me fascinó y me fue imposible no seguir escribiendo: Me gusta lamer los azulejos en el baño, las paredes estucadas o la bajante que conduce tus esencias.
Por las mañanas, enrollo la persiana y lamo. Lamo los geranios, las violetas africanas y los pájaros entre dientes.
Me gustan los campanarios del invierno a media tarde. Los umbilicales en el árbol y la densidad espesa de las glándulas.
A veces lamo a los nuestros de cada día, a los que ingieres cuando estás despierta, y a los que derraman sus humores en mi lengua.
Uno a uno lamo los apéndices que cada noche emergen de mi cuerpo, los antepasados en el cuadro y las moscas que quedan todavía.
Pero lo que más me gusta, es lamer la taza donde dejas tus labios cuando vuelves. Román Porras 7/01/2009
Me gusta lamer tu vello, cuando imploraba espigarse, la cadencia de los aquellos, el lodazal y sus aguas.
Por las mañanas, abro ventanas para lamer sus barandas, la baba de los caracoles y las acículas del pino.
Oigo tu campanario después de haberlo lamido en una tarde de invierno, suena a la caverna donde se pierden mis muertos.
A veces la conspiración de tu ausencia, el bilis cansado de las ocas que te marchan, lamo martilleo de tacones alejándose.
Poco a poco, lamiendo mis corneas que copulan, quemadas desde entonces del azufre de mirarte, con paciencia también las uñas de mis vecinos.
Pero lo que más me gusta, es lamer el espejo empañado, justo cuando tu piel todavía estaba ciega.
Mar
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EL HILO POÉTICO (REV. VIURE EN FAMÍLIA)
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