Reseña de La ciudad o la palabra pájaro, por Concha García

30 de julio de 2013 Mar2025 0 Comments

Reelaboración mitológica y poesía oracular en “La ciudad o la palabra pájaro”

 

Reseña de La ciudad o la palabra pájaro, por Concha García

 

 Reseña aparecida en Tendencias21, por Concha García. Para leerla entera: AQUÍ.

En el mito de Deméter y Core (madre e hija, respectivamente), la
segunda iba por la campiña cuando el dios de los muertos pasó y la raptó
llevándola al reino de los infiernos y casándose con ella.

Deméter, privada de su hija, entró en la desesperación y la tierra
se volvió estéril. Zeus concedió a Deméter que su hija pudiera reunirse
con ella durante cierto período del año para que la tierra volviera a
ser fecundada. Es en este mito donde la filósofa francesa Luce Irigaray
vio el fin de las sociedades ginecocráticas, gobernadas por genealogías
femeninas, y la instauración violenta de las sociedades patriarcales. Y
este mito se inserta dentro de una tradición en la que también podríamos
colocar el poemario La ciudad y la palabra pájaro (Huerga y Fierro, 2013) de Mar Benegas (Valencia).

Si nos detenemos en autoras españolas pienso en Juana Castro, en
Ángela Figuera Aymerich, en María Victoria Atencia. Recoger el mito y
reelaborarlo es algo que han hecho siempre algunos poetas, Antonio
Colinas, Guillermo Carnero, por poner dos ejemplos de poetas españoles.

El pasado o antes del sueño; la profecía, la gestación, el puerperio, la ciudad, la restauración.
Las partes del libro pueden verse como una piedra estriada, o como una
red de significantes, o como una malla, o constelación; la cuestión es
visibilizar la urdimbre de palabras con el que está construido el
poemario y en cada una de las capas, o de la trama, o de los pliegues,
inscrita, como una lógica significativa que sigue sin obstáculo por
ciertos tramos, y en otras, la capa se empasta para constituir campos de
sentido opacos donde vuelve a estriarse y adquiere un nuevo sentido,
tomado de la antigua capa de donde procede. Esa es la ruta de este libro
a través de sus partes.

La marca genealógica, constante y presente en estos poemas no se
explaya en reivindicaciones meramente sexuales relacionadas con cierto
narcisismo que ha impregnado mucha poesía escrita por mujeres a la hora
de reivindicar el cuerpo y la maternidad. Todo lo contrario, la voz
poética de Mar Benegas, abre y cierra el círculo de la evidencia: “Antes
de tus hijos fuimos tus madres/ antes de tus madres fuimos tus hijos/ …
así infinitamente”. Es una voz que sale de ella misma y universaliza
su decir, digamos que cumple con la función de vaticinio.

Pero hay más. Están los pájaros que sostienen el mundo. Los
pájaros aparecen en la poesía árabe del siglo XII, y muchos poetas los
han tomado como fuente de su inspiración: Emily Dickinson, Wallace
Stevens, el albatros de Coleridge, el cuervo de Edgar Alan Poe, los
pájaros de Neruda y los de Alejandra Pizarnik, a quien admira: “yo no sé
de pájaros/ no conozco la historia del fuego, pero creo que mi soledad
debería tener alas”.

En su diccionario de símbolos, Juan Eduardo Cirlot
nos dice que todo ser alado es símbolo de espiritualización. La
tradición hindú asegura que los pájaros representan los estados
superiores del ser y el pájaro Ba, como menciona la autora, era el alma
para los antiguos egipcios. Los pájaros están presentes en todo el
poemario. Planean sobre las palabras cargadas simbólicamente, como las
cerezas que se caen del árbol, como las esporas que se abren en su
tiempo, como las olas retrotrayéndose en pleno movimiento.

“Al principio fue el aleteo y un útero”. La mujer es pájaro y
ángel porque “todo tiene madre, todo tiene padre”. Se puede especular en
que no venimos de la nada, advenimos del hambre, de la pobreza que
desgajó nuestras almas cuando caímos del pecho de los dioses. 

 



 

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Mar Benegas
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