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islas como palabras
a veces el sortilegio se desprende y la fascinación se transforma en una contundencia vitral. el misterio cae como una cáscara o un fruto maduro. una ramificación crece, imprevisible, y pondera la verdad de algo que había permanecido oculto. lo dota de luz, del color que aporta ver.
de mi pasión por las islas poco podré decir desde la torpeza del habla y la estrechez de lo racional. como en la mayoría de cosas que nacen del impulso invisible del instinto, es, difícilmente pensable, difícilmente traducible al lenguaje cotidiano. he andado persiguiéndolas, visitándolas, deseando vivir en ellas, soñándolas, siempre. pero a la vez me generan inquietud y rechazo, también inconscientes, y por tanto, inevitables. pero, de pronto, un resorte abre la compuerta que condensaba esos subterráneos y brota otra realidad.
y el acantilado es el filo posible de la lengua, el archipiélago un vértigo de palabras. la isla ya no es una intuición, una metáfora inasible. la isla se convierte en la escritura misma.
los contornos del lenguaje se levantan, erectos como un sexo candente, movidos por el deseo del contacto, se yerguen deseantes y poderosos, a la espera de encontrar el desahogo de esa voluptuosidad. pero allí quedan, con todo su esplendor. abandonados. aislados en medio de la nada mientras el oleaje de aquella otra certeza, la imposibilidad, los golpea incesamente, para siempre.
eso es la poesía, una siembra de islas, un semillero del que no brotan más que pedazos, esquirlas de lo que se sabe infinito pero muestra la sobra, el resto, una porción menos que diminuta. jamás emergerá un continente por más que me esfuerce, jamás un lugar donde existir donde quepan los otros. eso es lo que atormenta. sólo existe su deseo, el deseo de ser tierra habitable en medio del océano. sin posibilidad de friccionarse, de sorber otros barros, de abrir un camino, un mísero puente siquiera que arrebate un poco de carne a la soledad. la isla es poesía. un único reducto de paz pero también su imposibilidad, su carencia.
ni la vehemencia más absoluta del lenguaje; ni la desesperación por ver un milímetro más, por llegar un milímetro más allá; ni los intentos de enaltecerlo o despreciarlo, de nombrar para rozar su refugio, nada. nada podrá hacer que se nos muestre lo que está soterrado, ni hará emerger, del todo, ese territorio donde encontrarnos con el otro. con aquellas otras islas que sabemos pero no podemos ver. la poesía busca sus propios lindes para intentar escapar de sí misma. pero, el abismal oceáno que la contiene no podrá ser dicho, jamás, con la palabra.
imagen: jimmy lawlor
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EL HILO POÉTICO (REV. VIURE EN FAMÍLIA)
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