Cantan las piedras (o un deseo de diario)

25 de abril de 2015 Mar2025 0 Comments

Isla de Tenerife, 19-4 // 25-4 (2015)

*Donde el mar de lava se elevó se escucha claro el canto de las piedras. Todo es tan azul, pareciera el mirar oceánico de un niño. Cantan, también, las voces, su acento dulce tienta a suavizar la orografía.

Lo que nace de la abrupta violencia volcánica necesita paz, suavizar la inflexión y el tono, el tacto, el mirar, dulcificar ese canto vibrante, aquel estruendo que engendró la isla al parirse a sí misma.

Por eso, toda palabra pareciera una caricia oceánica: “Gracias, mi niña. Gracias, mi amor, ¿Así  bien, mi niña?, Como usted quiera, mi niña”.

*6 días son muchos, casi 300 años. Y también las piedras fueron morada, por eso las escuché cantar y sé de lo que hablo. Vislumbré, en el patio del Aguere, esa hermosa decandencia colonial. Una habitación tan grande que cabía la historia de 300 años, y en esas paredes escalan, laboriosas, casi hasta las nubes, las hormigas del pasado. Tanta luz me ofreció el hechizo del tiempo detenido y no pude resistirme, es tan fácil emocionarse si uno lo desea.

Tal vez, por eso, hoy quise, deseé, ha sido un deseo nuevo: un diario blanco, donde manchar con lo cotidiano. Compré una libreta amarilla, tan preciosa que me duelen los ojos al mirarla.

*Quería explicar algo, como una tentativa de componer esta frase: vivir de deseos es posible, es necesario, debiera ser una obligación. Quería contar, también, que recogí, durante esta semana, tanta infancia en los ojos que los oigo y los veo todavía, son casi 900, cantan en mi cuencas, párpado adentro: “milikituli katakuli la posilga“. Y ese canto es un mantra, y saltan y bailan,  en mis órbitas felices de que me habiten. Pero no me dejan dormir.

Tantos niños, casi mil, a los que vi reír esta semana, ¿será ese el encantamiento de la palabra?, sí, y el regalo es tan grande que no cabe. Porque hay un pacto entre nosotros ¿sabéis? Sí, hicimos un pacto, ellos y yo: “yo os daré una llave de palabras que invoque vuestra risa, vosotros me dejaréis jugar en círculo, a vuestro lado, una más, sin juzgarme demasiado”. Es un pacto injusto, porque yo no les doy nada, solamente aire, pero ellos me lo devuelven multiplicado.  Y son tantos, riendo bajo mis párpados que quise llevarlos a volar antes de hora.

*También hubo mujeres, mujeres abrazo, de las que la voz es cántico o bálsamo. Mujeres arquitectas, y volví a comprobar la red pura, la sorodidad que me lleva y me teje. Y fueron tantos los dulces encuentros, y tant esperados. Y la palabra, Ciudad o Pájaro, fue amigablemente escuchada. Un adjetivo cayó grueso, excesivamente filoso, pero estaba tan agotada que no pude mis manos, con las que he construido tantas veces desde las ruina. Decirle que habito y vivo el deseo puro, que arrastro mi fe, ciegamente, en todo lo que hago. Que no, que no me siento en esa rápida definición, que el pesimismo no es un término compatible conmigo.

*Y fueron tantos los caminos de ida y vuelta, y tantas cosas las que me dieron cobijo en esta soledad de la que viaja así, cargada de maletas y de aire. Y tantas risas y tantos lugares que me recibieron, y volver a la isla, siempre, ese es mi deseo.

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Mar Benegas
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