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LA CASA
Sólo una gota, mi seña
Recogerla o pintar, podría.
Dársela a la tierra, tal vez.
Pero entonces llegan, y apuntan mi nombre
en una libreta blanca como un hospital:
“Es el cuenteo rutinario de toda suciedad.”
Yo quiero explicarles que es un alud
que me esparce, que tras la demolición
construyo mi casa, que mi casa
tiene una puerta roja y un árbol bien
alimentado. No es una viscosidad, les repito,
es el olor de los hijos que no llegan.
Son semillas, les digo, por eso se precipitan
hacia abajo, buscando una tumba, muy pequeña, donde germinar.
No pueden estar sucias. Les muestro mis manos.
Las semillas nunca llegan a ensuciarse.
No toquen mi casa. Les grito.
Pero ellos ya no escuchan.
Ya se han llevado mi nombre.
Poema aparecido, junto a otros poemas y reflexiones, sobre el ciclo menstrual, la sangre, lo femenino. Acompañada de poemas de Yolanda Arroyo, María Estevez, Cristiane Grando, Gioconda Belli y Chantal Maillard. En la revista Contra, en la sección Espacio Lúbrico que escribe Ivonne Ramírez. Aquí pueden leer toda la selección: Espacio Lúbrico
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