POESÍA INFANTIL: ÍNSULA DESHABITADA


agosto 29th, 2016 / Mar Benegas/ 0 comments


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POESÍA INFANTIL, ÍNSULA DESHABITADA

(para la revista de poesía contemporánea Caravansari)

La poesía es minoría, pequeña, escurridiza, misteriosa. Tal vez por eso, casi siempre   anda escondida o la andan escondiendo. Porque la poesía es la voz de la memoria, pero también es la voz de la razón, pero también la voz de la infancia, pero también la voz del inconsciente, y la voz de la belleza y la fealdad, y de la justicia. Pero también es la fórmula mágica que cura el dolor de la herida en la rodilla de tu hija. Y también es un discurso que desenhebra aquello que está incomprensiblemente oscurecido. Y no lo olvidemos, es el lenguaje con el que se construyó el Poder. La falta de capacidad para interpretarla es, sin duda, lo que da juego a un terrible baile: dominio y opresión. Todos los textos amanecieron de la poesía. También los sagrados, que llegaron a través de la palabra poética: parábolas, metáforas, hipérboles… una representación simbólica de la realidad y del alma que, siendo interpretadas de manera literal construyen, todavía hoy, los peligrosos binomios de poder y opresión en los que danzamos el mundo.

Y es cierto que no hay panacea ni es oro todo lo que reluce. Es obvio que los avances científicos y económicos no han sido capaces de erradicar los dramas más sencillos, o que el vértigo de Internet, y la cantidad ingente de información que nos resbala frente a los ojos, no nos ha convertido en seres espiritual o mentalmente superiores, ni más justos, ni mejores personas. La Humanidad, como en una perpetua condena sisífica, sigue su rueda de hambre, dolor y odio, siempre en escalada: caer y volver a comenzar. Una sociedad brutalmente enferma. Frente a este panorama, ¿servirá de algo la poesía?, ¿curará las heridas? No lo creo, pero tal vez pudiera ser un bálsamo o un camino. No, ni eso. Tal vez una mínima piedra, un tazón de tierra que echar al suelo, un algo diminuto con lo que intentar construir ese camino, menos hostil, dejar caer un poco de tierra donde apoyar los pies para seguir avanzando.

Y es que, uno de los desastres más imponderables de nuestra actualidad es, sin duda, la falta de profundidad en el pensamiento, la falta de pensamiento crítico, la falta de reflexión. Por eso, lo superficial vende, vence y convence. Tal vez sea una consecuencia o el aderezo perfecto de la falta de lectura generalizada. Y en medio de este panorama es prácticamente inexistente la lectura de poesía, más todavía la lectura de poesía infantil. Y las cifras hablan por sí solas: de casi 10.273 libros infantiles editados en el año 2014, o los 2.533 de poesía solamente 54 fueron de poesía para niños. 1

Porque si la poesía es una ínsula remota, la infantil está, además, casi deshabitada: ni prácticamente poetas, ni libros y ni crítica ni pensamiento, ni reflexión. Casi en exclusiva la habitan los niños, porque ellos, debido a la cercanía y el goce de la infancia por los versos, no la abandonan.

Desde este punto es fácil llegar a la imagen de una gran serpiente que se devora a sí misma: la poesía no acepta la industria pero la industria es la que manda. Los libros editados, los lectores, todo tan minoritario. Y la serpiente sigue con las fauces abiertas en esa paradoja interminable porque, si se niega la poesía a la infancia: ¿qué persona se acercará a la poesía en la edad adulta? Es muy difícil acercarse a algo de lo que fuimos expulsados hace tanto tiempo que ni recordamos. El lenguaje poético se convierte en un lugar inhóspito. ¿Cuántos poetas “de adultos” leen poesía a sus hijos de manera habitual?, ¿cuántos poetas compraron alguno de esos de los 54 títulos, testimoniales, de poesía infantil para los niños que los rodean? y, desde ahí, ¿será Justicia Poética?: ¿cuántos de esos 2.500 títulos de poesía encontró, realmente, lectores fuera de los circuitos de los propios poetas?

La poesía sufre una dicotomía terrible. Por un lado se ha convertido en el barco del “yo”, en un acorazado del intelecto, cuando debiera ser un barco hecho con el esfuerzo de todas las manos y llevado al mar del pensamiento, al infinito océano del lenguaje, con los brazos y el esfuerzo de todo el pueblo. Pero esas manos no conocen esa playa donde descansa la poesía. ¿Cómo echar a flotar algo que no se conoce?, ¿cómo navegar sobre ello y sentirse a salvo? Por otro lado, el ahora con su vertiginosa y superficial realidad, es el tiempo de una poesía fraudulenta donde se confunde sencillez con simplicidad y la luz, con todos sus matices, quiere reducirse a carteles publicitarios (la poesía pasa a ser la ocurrencia que vende bien, y que ilumina artificialmente y solamente la superficie), poesía como letreros de neón. Porque si abandonamos la poesía en la infancia, y nuestro lenguaje, se estanca en un barrizal, la voz nos es arrebatada. Pareciera , en esa dicotomía, que solamente corresponde a unos cuantos elegidos (masculino no genérico) poder erigirse como las vacas sagradas de lo poético o, por el contrario, cualquier cosa sirva: un pensamiento inmaduro, un corto recorrido en el largo camino de la palabra, dará como resultado un lenguaje poético mainstream con complejo de Peter Pan.

Aun con todo, la poesía es un territorio de la infancia, que la hace suya desde casi el nacimiento hasta la pubertad y a pesar del sistema (educativo, cultural, social y económico), que termina extirpándola sin compasión y a la fuerza. Porque, allá donde hay niños la poesía está presente. Lo poético es popular y es necesario, es una herramienta fundamental para conocer y aprender el juego de la voz y los entresijos del lenguaje. Como mamíferos que somos, la fiesta de la palabra dicha, la poesía que canta el mundo, sigue sirviendo para que nuestros cachorros aprendan quiénes son y cómo se habla. Porque lo poético tiene variadas y múltiples dimensiones: didáctica, lúdica, lingüística, mistérica… La perla del lenguaje brilla en el verso y en el juego. Lo poético es lo elástico del lenguaje que no obedece a utilitarismo alguno. Solamente se obedece a sí misma y al gozo de nombrar lo nuevo, lo nunca nombrado, ahí la poesía.

Siendo la voz poética la que recibe a los recién llegados: ¿en qué momento abandonamos a nuestros niños en el vasto y angosto territorio de la palabra?, ¿por qué dejamos de darles el cobijo del manto que se tejió, de voz y verso, en la memoria más atávica? En la simbología del imaginario poético perviven unos arquetipos, pequeñas arañitas del pasado, que ofrecen al lenguaje todo su esplendor creador. Si el lenguaje narrativo (el lenguaje del contar, tan necesario también) nos ofrece símbolos que nos ayudan a comprender cómo son las cosas, a contarnos la vida y el mundo, cómo sucede todo, la poesía va en otra dirección: nos ofrece símbolos para alumbrar aquellas partes más oscuras, allí donde antes no llegó la luz, ni la palabra. Lo no nombrado: llega al invisible bosque del alma. Pero también saca a la luz los vericuetos y rincones del lenguaje y nos enseña que nada es inamovible, que lo más rígido se puede romper, doblegar, sin demasiado esfuerzo, si sabemos cómo. Nos muestra que el lenguaje, con sus infinitas normas, en lo poético es transformador y rupturista. Y que el propio lenguaje, lleno de normas tácitas e implícitas que hemos de aprender, también sirve para destrozarlas, es más, que ese juego será casi el mejor modo de aprehenderlas.

Tal vez por ello, por necesaria, la poesía goza de una mala salud de hierro. De los poquísimos libros que se editan algunos se reimprimen de manera constante. Y sí, hay unas pocas editoriales e instituciones (con sus premios), y poetas, y maestros, y familias que apuestan por la poesía. La ofrecen, se forman, leen y alimentan la infancia con ella. Estas personas saben bien que la poesía hace brillar los ojos de los niños, los hacer reír o reflexionar o jugar con el lenguaje. Saben, todas ellas, que, de ninguna manera se le puede arrebatar la poesía a la infancia, porque es suya antes que nuestra.

Por eso no tenemos más remedio que intentar devolver el gusto por la lectura y llevar la poesía como bandera. Compartir (pues no se devuelve algo que es suyo) con nuestros niños y niñas. Que nos enseñen ellos a no dejarla ir. Que no permitamos que la pierdan. Que nos enseñen a volver, a regresar esa ínsula casi desierta que fue nuestra, antaño, que es la Poesía y de la que no debemos alejarnos. La Poesía, sin etiquetas ni edades.

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1En el año 2014, en España, se publicaron (con ISBN) 10.273 libros infantiles y 2.533 libros de poesía . En España, en 2014, se publicaron 54 libros de poesía infantil/juvenil, cifra que incluye títulos en todas las lenguas oficiales. Datos extraídos de la Base de Datos de ISBN del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ( http://www.mcu.es/webISBN/buscarLibros.do) y del informe “Panorámica de la edición española de libros 2014 – Análisis sectorial del libro” del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

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A principios de año salió el  nº 6 de la revista CARAVANSARI (para saber más o adquirir la revista: AQUÍ o escribiendo a  revistacaravansari@gmail.com ). Revista de periocidad incierta y dedicada a la poesía contemporánea en lenguas peninsulares, que es como la propia revista  se define en su portada.

En este número 6 hay un monográfico sobre poesía infantil en las diferentes lenguas de la península: Miquel Desclot para el catalán, Antia Marante la poesía gallega, el portugués Ana Margarida Ramos, José Antonio Gomes y Sara Reis, para la poesía euskera José Manuel López, y yo misma para la poesía en español. Además del introductorio que comparto aquí.